– Una montaña de ropa sucia reproduciéndose a la espera de ser deglutida por la lavadora que nunca tengo tiempo de poner

– Restos de calabacín podrido en la nevera nadando en un caldo turbio de líquido pestilente.

– El contenido de mi bolsa de aseo esparcido en su totalidad en el suelo del baño para facilitar la caza y captura del tapaojeras desaparecido

– Diecisiete kilos de revistas antiguas invadiendo el comedor mientras confío en conseguir dos minutos para decirle a Edgar que se deshaga de ellas.

– Una toalla hecha una bola en el suelo del tendedero que apesta a moho. Se me olvidó lavarla antes de irme de vacaciones y ahora no me atrevo a tocarla por si sale andando sola.

– Oscuridad tenebrosa en la cocina. Suicidio: se fundió el tubo fluorescente durante mi ausencia. Él solito, sin ayuda. Lo ha sustituido una linterna de los chinos.

– Una bolsa de basura repleta de pañales sucios que no consigo echar al contenedor porque Malena no se despega de mi desde que hemos llegado.

Vivo recluída en la inmundicia. Necesito el tapaojeras para poner un pie en la calle y sé que sólo vosotras entenderéis mi pequeño drama. No pasa nada, Caro viene de camino con uno del Mercadona.

Bueno. Tiempo al tiempo.